EL AMOR DE UNA MADRE
El mayor tesoro del mundo es poseer una madre,
su amor es una gran riqueza de valor incomparable.
Ahora que tu madre está contigo cuídala, mímala, se su bastón y fortaleza.
Cuídala como te ha cuidado a ti, no te enojes con ella por sus cambios de humor, los años la cansan, los problemas que tuvo que resolver han sido agotadores así como las veces que tuvo que ejercer todas las profesiones del mundo para darte a ti lo que eres ahora. Pero sobretodo respétala, porque verdaderamente jamás habrá nadie que te ame como ella te ama. Su amor por ti siempre prevalecerá, porque eres parte de sus ser, su sangre y ella siempre estará para ti esté donde esté.
Todos nuestros amores podrían llegar a ser “ex” pero nunca se podrá tener una “ex-madre”. La madre es ese ser que lo entrega todo por amor, por su hogar, por sus hijos y nietos. Cuando la madre aún está ahí contigo, es una suerte tenerla, pues la clase de amor que entrega es el más puro que podrás encontrar jamás.
La Biblia describe el amor de esta manera: “El amor es sufrido y bondadoso. El amor no es celoso, no se vanagloria, no se hincha, no se porta indecentemente, no busca sus propios intereses, no se siente provocado. No lleva cuenta del daño. No se regocija por la injusticia, sino que se regocija con la verdad. Todas las cosas las soporta, todas las cree, todas las espera, todas las aguanta. El amor nunca falla” (1 Corintios 13:4-8)
No hay otro ser más especial que la madre, no hay ni habrá un amor más sincero que el de una madre.
La madre es una mujer tan bendita que soporta tantas cosas por amor a sus hijos, mientras muchas veces somos ingratos con ellas dando por sentado que nuestras madres siempre estarán allí para nosotras.
El amor de madre
El amor de madre es distinto a los otros amores: No conoce
la traición y jamás lastima intencionalmente.
El amor de madre es universal e inalterable. Puede que haya
alguna diferencia en la forma, pero la esencia se mantiene.
El amor de madre posee la facultad de multiplicarse sin
perder fuerza. No baja con el número de hijos, sube, crece, se desparrama y se
riega en cada uno de los vástagos.
El amor de madre no se agota. Puede que se canse de lidiar
con la prepotencia infantil, pero el efecto no decae. El sentimiento parece
interminable.
El amor de madre no mide consecuencias. Es incondicional por
definición y no espera retribuciones. Darían la vida sin pestañear, y prefieren
el dolor propio al de los hijos.
El verdadero amor de madre nunca deserta; por el contrario,
el hijo problema, el necesitado, el preocupado, el enfermo, es al que más se
atiende.
El amor de madre está diseñado para que la vida perdure.
Somos la especie que más cuidados necesita para sobrevivir y que más demora en
volverse autosuficiente.
Sin duda es la réplica más grande del Amor de Dios que
vivimos segundo a segundo de nuestra vida. Y muchas veces no lo reconocemos.
Que el Dios de la vida bendiga y renueve tu vocación y
entrega. Felicitaciones en tan grandioso día.
Carta a mi hijo.
Carta para mi hijo varón
Para ti, hijo mío, esta carta lleva un aroma especial,
único, un amor que no se compara con nada… es lo más cercano al amor de Dios,
eres mi hijo, mi sueño y mi realidad.
Todo puede pasar, pero este amor nunca morirá. Soy tu madre
y eso es para siempre, como el amor que por ti siento.
carta de madre a hijo Soy tu madre, la que se enfada, la que
ríe, la que te abraza cuando la vida no te trata bien… soy muchas cosas para
ti, pero sobretodo y por encima de todo, soy quien te ve como un hijo precioso,
puedo mirar tus ojos y ver todo el mundo con sólo mirarte, eres mi
prolongación, naciste con amor y así debes sentirte siempre: muy querido,
respetado y bendecido. Eres mi amor, hijo mío.
Y si te escribo estas líneas es que nunca había sentido esta
clase de amor, uno que se espera, uno que sé que no me dejará. Eres mi mitad, y
mi corazón te pertenece para siempre.
Así es el amor de madre, entregada sin miedos, pues más allá
de todas las circunstancias nunca estaré sola, pues tendré tu compañía.
Es verdad que te enseñé muchas cosas de la vida, pero tú
también me enseñaste a ser madre.
Hoy recuerdo cuando por fin estabas en mis brazos, mi
corazón se desbordó de amor por ti, ya jamás dejaría que nada y nadie te
tocara. Prometí cuidarte y defenderte con mi vida si era necesario. Reía con
tus cosas graciosas, cuando mi mundo se caía te abrazaba con mucha fuerza para
sentirte cerca de mí, muy cerca…
carta para mi hijo varón
Quiero lo mejor para ti, hijo;
quiero que lleves en tu corazón el amor del mundo, así serás
un buen hombre y sabrás que a una mujer se le ama y se le respeta.
Te enseñaré a mirar con los ojos del corazón, así podrás
distinguir el bien del mal. Quiero que seas mi orgullo, pues un día crecerás y
tendrás tu propia vida, mientras tanto, déjame abrazarte y amarte como a nada
en el mundo…
Un día te irás a formar tu familia y quiero que todos estén
orgullosos de ti, que des el mismo amor que te fue entregado. Así seremos una
familia que se formó bajo las normas de una vida feliz y llena de amor, para
dar y repartir.
Hijo mío, te amo
Hijo mío, sólo te pido que cuando ya tengas tu propia vida,
seas leal a tus principios, nunca te alejes del conocimiento que te he dado,
respeta a todos aunque no estés de acuerdo, tú sabrás lo que es bueno y malo
para tu vida, sé bueno, haz que me sienta orgullosa de ser tu madre, por mi
parte yo lo estoy desde antes que nacieras.
Carta de amor para mi hija
¡Hija mía!
Nacida de la hora esperada, en la que los sueños claman,
realizaste el más grande anhelo de vida. Hay muchas cosas que debes aprender,
pues quisiera que tu andar fuese liviano, pero con paso firme.
Quisiera ver en tu mundo un centenar de sueños, en los que
al despertar de cada uno, llegues a la realización de tus anhelos.
Llena tu vida de dones divinos, deja que Dios te colme de
virtudes y aprende que las bondades de la vida emanan de tu comportamiento.
Nada vale más en este andar pasajero que el amor hija mía,
satúrate de él en cada paso que camines, y tu espíritu será recompensado. No
desdeñes nunca a nadie, aprende a escuchar y comprender a los demás, pero
guarda en silencio el secreto de quien te lo otorga, y quédate para ti esa
lección de vida.
No permitas que nada turbe tu camino, manéjate de forma
transparente y clara, si por error cayeras en alguna falta, se humilde,
benevolente y justa contigo misma, para que puedas levantarte y elevar de nuevo
el vuelo a tu destino.
Busca sabiduría en tu paso por la vida, ella la encontrarás
en los ecos de los ancianos, nadie mejor que ellos, habrán de otorgarte ese
precioso legado.
Aprende que la justicia jamás será cosa tuya, no podrás
tomarla de tus manos, ella ha de venir a ti por tus acciones, ella ha de llegar
cuando estés consciente de que tus actos no hieren a nadie.
Si te sientes en algún momento agredida, demuéstrate que
sabes dar misericordia, que eres capaz de descifrar que no todos comulgan tu
pensamiento, y que ello no te hace ni mejor, ni peor que los demás.
Aprende a dar sin mesura, pero no comprometas lo que no
posees, no permitas nunca, que la mentira desequilibre tus ideas.
Vive la libertad como un despliegue, de que eres capaz de
alcanzar todo lo que te propongas, más no hagas mal uso de ella, porque podrías
deslumbrarte con un mundo, que sea sórdido, vil y oscuro.
No olvides, que todo aquello que deseamos, requiere
paciencia, concentración y esfuerzo, para ello, no busques nunca el camino más
fácil, Sino el correcto. Enorgullécete de tus logros, más no permitas que la
soberbia, te haga olvidar que vale más una sonrisa.
Piensa que mamá está y estará siempre contigo, que su misión
más importante es ver florecida en ti, a una persona de bien, que deje marcadas
sus huellas en el sendero, para que quizá sirva de guía de quienes no
encuentren un camino.
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